terça-feira, 25 de maio de 2010

La tormenta

En la cerrazón de la tormenta
solo veía tus espaldas como sombra
en el centro de la pequeña canoa.
Sabía que te protegia de la lluvia
una vieja capucha azul.
El aburrido ruído del motor
no nos alejaba del inmenso hervidero
en que se había convertido el lago.
La tormenta
nos había puesto en la mano de un dios enfurecido.

Pero casi estábamos dichosos cuando un relâmpago
iluminó los grande árboles de la orilla del lago
y vimos ramas de oro y plata instantâneos.
Entonces volteaste y alargaste tu mano hacia mí:
también te dio miedo la súbita oferta de fulgurar
y desaparecer.

José Watanabe, Banderas detrás de la niebla, Lima, Edicciones Peusa, 2006.

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